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Julio Romero de Torres -La siesta- |
SEMBLANZAS – Córdoba I -
-Hay gente pá tó – esa fue la lacónica respuesta con la que el califa del toreo, Rafael Guerra Bejarano - El Guerrita – sentenció con la misma altanería, temple y gravedad con que minutos antes había plantado el capote ante las embestidas fieras del murlaco cuando terminada la gran faena de la tarde le presentaron a don José Ortega y Gasset y le apostillaron de profesión: –filósofo-.
Próxima al río Guadalquivir entre patios de limoneros y geranios alcanza a adivinarse la singular Plaza del Potro, frente a frente, de una parte, la residencia donde le alcanzara la muerte al genial pintor
del costumbrismo y la mujer cordobeses, don Julio Romero de Torres, sumiendo con ello por largo tiempo todos los estratos sociales de la ciudad en duelo, luto y dolor, de otra, la cervantina Posada del Potro dispuesta a modo de corral de vecinos, hoy reconvertida, después de siete siglos como tal, para usos culturales. Al otro lado, se divisa la torre de la catedral –otrora el mirab erigido por Abderrahman I-. Y es que a estas y aquellas alturas, Córdoba entera es el libro gordo de Petete que habla y a la vez recita con retahíla “el libro gordo te enseña, el libro gordo entretiene y por eso te digo contento hasta la semana que viene”, cuando en los más dispersos lugares de la geografía aún hoy se vienen librando pendencieras luchas de banderas, símbolos y lenguas, once siglos antes, el califa Alhaquem II, implantó y dirigió una política basada en la igualdad de todos los grupos étnicos y religiosos para acceder a los puestos de gobierno, acabando con la nobleza militar árabe, berberisca, eslava o de cualquier otro origen. El respeto a los cristianos, a los judíos y a la inmensa parte de la población, así como la constitución de una burocracia meritocrática y una clase media comercial y administrativa fueron las bases de ese estado de bienestar, instaurando además la educación gratuita y obligatoria entre los pobres, pero si todo ello no fuera suficiente, legó el califato más poderoso del momento a su heredero de sangre navarra, Hixen II, hijo de la concubina Aurora, y para muestra una estampa del costumbrismo de Petete cordobés, y copio literalmente: “La anécdota que se relata es un detalle de cómo los clásicos cordobeses hablaban cuando nada hay que decir. Estaba el "El Guerrita" en el Club que llevaba su nombre con unos cuantos amigos toreros y subalternos, era el mes de julio y hacia un calor sofocante, propio de Córdoba. "Rafael" se quitó el sombrero de ala ancha, se sacó un pañuelo y se secó el sudor de la calva y añadió: -Vaya un "caló" que "jace"; todos callaron, pasado un rato se oyó la voz bronca del "Zurito" que decía, -Sí que "jace" "caló"; se produjo otro silencio prolongado. El piquero "Catalino" cogiendo con gesto ceremonioso y calculado un vaso de agua bebió un trago, se limpió la boca con los dedos de la mano y añadió: - "Po" sí "señó" que "jace" mucho "caló".
del costumbrismo y la mujer cordobeses, don Julio Romero de Torres, sumiendo con ello por largo tiempo todos los estratos sociales de la ciudad en duelo, luto y dolor, de otra, la cervantina Posada del Potro dispuesta a modo de corral de vecinos, hoy reconvertida, después de siete siglos como tal, para usos culturales. Al otro lado, se divisa la torre de la catedral –otrora el mirab erigido por Abderrahman I-. Y es que a estas y aquellas alturas, Córdoba entera es el libro gordo de Petete que habla y a la vez recita con retahíla “el libro gordo te enseña, el libro gordo entretiene y por eso te digo contento hasta la semana que viene”, cuando en los más dispersos lugares de la geografía aún hoy se vienen librando pendencieras luchas de banderas, símbolos y lenguas, once siglos antes, el califa Alhaquem II, implantó y dirigió una política basada en la igualdad de todos los grupos étnicos y religiosos para acceder a los puestos de gobierno, acabando con la nobleza militar árabe, berberisca, eslava o de cualquier otro origen. El respeto a los cristianos, a los judíos y a la inmensa parte de la población, así como la constitución de una burocracia meritocrática y una clase media comercial y administrativa fueron las bases de ese estado de bienestar, instaurando además la educación gratuita y obligatoria entre los pobres, pero si todo ello no fuera suficiente, legó el califato más poderoso del momento a su heredero de sangre navarra, Hixen II, hijo de la concubina Aurora, y para muestra una estampa del costumbrismo de Petete cordobés, y copio literalmente: “La anécdota que se relata es un detalle de cómo los clásicos cordobeses hablaban cuando nada hay que decir. Estaba el "El Guerrita" en el Club que llevaba su nombre con unos cuantos amigos toreros y subalternos, era el mes de julio y hacia un calor sofocante, propio de Córdoba. "Rafael" se quitó el sombrero de ala ancha, se sacó un pañuelo y se secó el sudor de la calva y añadió: -Vaya un "caló" que "jace"; todos callaron, pasado un rato se oyó la voz bronca del "Zurito" que decía, -Sí que "jace" "caló"; se produjo otro silencio prolongado. El piquero "Catalino" cogiendo con gesto ceremonioso y calculado un vaso de agua bebió un trago, se limpió la boca con los dedos de la mano y añadió: - "Po" sí "señó" que "jace" mucho "caló".
No, no es fácil la convivencia cuando la pared que media no es un nexo de unión sino un muro de contención de individualismos cuando además premian otros intereses más espúreos que los meramente humanos, y fiel reflejo de todo ello lo encontramos en la exuberante y grandielocuente Catedral-Mezquita, otrora Mezquita, otrora Basílica de San Vicente, y de estas contiendas no se sustraen ni califas ni emperadores; ni obispos ni cabildos; y muchos menos, el sufrido pueblo llano. Y digo esto, porque a ver, mi queridísimo Abderrahmán I, no podías haber elegido otro emplazamiento con todo lo grande que es el campo para plantar las primeras piedras de lo que posteriormente fuera la envidia de la humanidad entera. – Pues no, va a ser que no-, y hubo que derruirse por decreto militar la visigoda basílica de San Vicente –ahí, con dos cojones-. Pero aquí no acaban los festejos, antes al contrario, lo que ha sonado no es la traca, sino el chupinazo de salida. Y así cuatro siglos después, don Fernando III alias “El Santo” inicia las primeras remodelaciones –ante todo el gusto, la impronta y la comodidad del huésped-, hasta que un buen día, allá en el siglo XVI, con los tercios lidiando en mundo y medio contra turcos, bereberes, piratas, herejes y comuneros, el mismísimo Emperador Carlos I, no cree lo que ve y lo que están viendo sus ojos no es otra cosa que su propia sentencia
ejecutada en el conflicto que enfrentara al Cabildo con el Obispado, debió pensar, y lo pensó lastimeramente: –Con lo grande que es el campo del imperio donde el sol nunca se pone y me teneis que plantar la catedral en mitad de esta joya única-.
ejecutada en el conflicto que enfrentara al Cabildo con el Obispado, debió pensar, y lo pensó lastimeramente: –Con lo grande que es el campo del imperio donde el sol nunca se pone y me teneis que plantar la catedral en mitad de esta joya única-.
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Julio Romero de Torres -El Guerrita- |
Rafael Guerra Bejarano “Guerrita” nacía en Córdoba un 6 de marzo de 1862, alumno de Lagartijo, compartió, entre otros, cuadrilla con El Gallo, tomando la alternativa en Madrid en 1887 y retirándose de los ruedos en 1898; su toreo –al decir de los críticos del momentos- amalgamó las suertes de su tiempo –notable con el capote, las banderillas y el estoque-. En el número 19 de la calle Godomar estuvo enclavado el club que llevara su nombre, donde a modo y manera del último califa Alhaquem II -quien llegó a ostentar en su biblioteca toda la sabiduría y la ciencia del siglo X con más de 400.000 volúmenes procedentes de las más ignotas partes del mundo y en sus talleres trabajaran más de doscientas mujeres como copistas-, del mismo modo –repito- en el conocido “Club Guerrita” se fraguó y vivió toda la sabiduría del humano vivir a caballo entre los siglos XIX y XX, engalanando la ciudad con su porte, su figura y su genio, y para muestra, un botón: -había comenzado a triunfar el novedoso toreo de Juan Belmonte con lances muy arriesgados, alguien llegó a “El Guerra” hablándole del sevillano, diciendo: - Belmonte “j`a” roto con las reglas del toreo, “pue, j`a realizao” la proeza de “da sais” verónicas y la media sin enmendarse. “Rafaé” de mi j`arma” sin enmendarse. El Guerrita respondió "sobrao": Tú “está bebio”… Eso no “pue sé” te lo dice Rafael Guerra Bejarano. Unas semanas después fue nuestro maestro a la Maestranza a ver a Juan; éste volvió a copiar la misma faena, a lo que El Guerra comentó: -“Pue” sí, “pue sé”… ¡pero no.. “no pue sé”!... porque lo que no “pue sé, no pue sé”, además es… ¡imposible!. No le entraba en la cabeza “al mataó” lo que había visto. No llegó a comprender que Belmonte estaba revolucionando el mundo del toreo. Poco después en el club de su nombre, el califa pronunciaba esta lacónica sentencia: -Ve pronto “j`a” verlo que ese es carne de “mataero”. Por suerte, no fue así.
Estando El Guerra ya recluido en su casa en la calle Góngora por motivos de la enfermedad que lo llevaría a la muerte, su esposa le compró un batín de seda para así recibir a las numerosas visitas de forma más decorosa. El maestro se resistía pues pensaba que aquella prenda lo afeminaba. Llegó un día su íntimo amigo, Luis de las Morenas, y se desahogó con él sobre el dichoso batín, a la vez que se cogía la prenda "a puñao" por la solapa, diciéndole: - Qué pena Luis, “toa” la via presumiendo de macho con mi traje flamenco, "pa" terminar muriendo “vestio” de marica- pero como quien es torero lo es para toda la vida, poco antes de morir tuvo la siguiente conversación: “El Guerrita acostumbraba a mezclar en sus conversaciones términos taurinos, siempre aplicables, que definían su carácter. Padecía un tumor maligno en el cuello, y presintiendo su final le respondió a un amigo que le preguntó sobre su salud: - Mal, muy mal. "Pa" mí que este toro que tengo "agarro" al "pescuezo" me va a "da" la "corná" definitiva”. Y, así fue. Moriría el 21 de febrero de 1941. El panteón que lleva su nombre puede visitarse en el Cementerio Municipal de Córdoba.
Guitarra del cordobés Vicente Amigo.
Datos extraidos de la Cordopedia: http://cordobapedia.wikanda.es
Con especial cariño para la musa de Julio Romero de Torres y, como no, para el artista del foro -hermanomanolo-, y con él, a toda su Andalusía Neibi, todos sus desertores del arao y todas las distintas secciones de su sierravana.
Ni un Cordobes los hubiera hecho tan bien. Enhorabuena, seguro que dentro de nada tu blogs tendra muchos seguidores. Me ha encantado!!!!
ResponderEliminarSaludos de una Cordobesa (seguro que ya sabes quien soy) a ver si con un poco de tiempo, y suerte, te puedo enviar algo sobre mi tierra, aunque veo que "vas sobrao"!
Antonio, el blog está muy bien (presentación, contenido, estructura...). ¡Enhorabuena! Ahora hay que mantenerlo vivo: no te canses. Juanfran
ResponderEliminarMuy bien trabajado, máxime sin cordobés. Puede ver muchas anécdotas del "Guerra" y "Lagartijo" en Cordobapedia.
ResponderEliminarAntonio, ke bonito, de verdad la presentacion el texto, todo se hace muy amena la lectura lo encuentro muy currado y estas muy documentado para no ser cordobes, enhorabuena me ha gustado de verdad.
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