domingo, 14 de agosto de 2011

De las aventuras y desventuras -El Algarve III-

Vila do Vispo
    
     De cuanto acontece en la segunda salida


    LO del "matremoneo" es entuerto con amplias y certeras consecuencias sobre dónde,   cuánto y cómo has de dormir, porque no durmiendo veámonos en la obligación de acompasar las largas zancadas a pasos más sostenidos y ñoños so pena de vivir uno la primavera y otro recogiendo nueces y castañas allá próximo el invierno y, por este serio motivo, mientras ella durmiera, deambulara muy temprano yendo y viniendo las ajardinadas y largas avenidas de Vilamoura como otro “dorao giri” pensionista más, lo que plantéame dudar que pese a mi edad y aspecto, estaré  entrando en esa frontera donde los ajados ingleses y germanos ejercitan sus cuerpos con ejercicios mañaneros.
Puesta de sol en Sagres
    Fuere como quisiere, cansado de ir de allá para acá sin son ni ton y haciendo como conviniere al necio TOM-TOM,  ida y vuelta, volvíme al apartahotel y después de los aseos, desayunos y arreglos, en el auto y sin necesidad del tonto y necio cacharro, emprendimos ruta hacia la lusitana villa de Sagres que en los tiempos de la colonial  expansión fundara el navegante Infante, don Henrique de Avis y Lancaster, Gran Maestre de la templaria Orden de Cristo. Mas en llegando allí, con los calores de la tarde anterior y vestidos por esta irrefutable necesidad con lo mínimamente ponible en evitación de escándalos y mayores insidentes diplomáticos, y por ser además la propia del tiempo, no obstante los vientos que arreciaran de una  y otra parte del Cabo, vínome a la memoria los trágicos momentos del hundimiento del Titanic donde tripulación y tripulantes naufragaran ateridos, por cuya causa y a fin de evitar desenlace tan extremado, hubimos de buscar tienda en que adquirir prenda con que ahuyentar el inoportuno frío del Atlántico, mas entonces encontrámonos con  ese mágico instante en que por mor del olfato de la lengua descubriera a sendos norbiense y cluniense que, con su auto aparcado  en la portucalesa ciudad de Evora, en bicicleta se propusieran conocer y vivenciar la extensa comarca de El Algarve desde Cabo de San Vicente hasta la bella Tavira, y en concluyendo el café, prestos nos dirigimos después a ver la Ermida de Nossa Senhora de Guadalupe donde orara el Gran Maestre,  en la freguesía da Raposeira.
Ermida de Nossa Senhora de Guadalupe


Seguidamente de ello por la 125 bajamos hasta la otrora capital navieira y principal mercado de esclavos, la bella Lagos, y en ella deambulando por sus calles, de bruces  topáramos nuevamente, con sorpresa y contra las más rigorosas leyes de la naturaleza, con el doncel y las cinco zagalas de la Falésia  que con desbordada alegría nos relataran pues esperaban en  Sagres  contemplar el que dicen ser del mundo su más bello atardecer, mas les conté lo de la mi mujer y su adherido frío y en prueba les mostrara los vestigios  que de ello conservara como la prenda que comprara y que llevara puesta bajo el vestido; por enésima  vez nos despedimos, y siguiendo con nuestros paseos y, lacios ya de tanto hollar, hallamos donde comer al frente de la mar en restaurante de su paseo marítimo, y… ¡será irónico el destino cómo plácele reírse de tan pobres dignatarios! mientras degustaba un impresionante arroz con marisco portucalés: -¡ merveilleux et délicieux !-, nuevamente, mesmamente, la omnipresente estampa de la Falésia –Alfonso y sus cinco mageritenses, que por ser tantas mi TOM-TOM no da a recordar tantos nombres de una sola y primera vez-.
Centro de Lagos
  Tras comer, mercadear y gozarme de la peculiar y bella presencia de tres esbeltas mulatas que, ensortijadas y envueltas en sedas y turbantes, parecían haber sido liberadas de algún harén de Sultán o Visir de renombrada importancia, nos llegamos hasta el pesquero y pintoresco pueblecito de Olhao, donde vagabundeamos,


preguntamos y puesto que la tarde iba cayendo invitaronnos a
Olhao
 comer mas declinando la degustación porque la ruta no había concluido, desde allí desplazámonos a la que es ciudad de Tavira en virtud de tétulo concedido en 1520 por el entonces rey de Portucale, D. Manuel I, para vagar por sus calles y plazas, adoquinadas y adornadas con grandes macetas repletas de jacarandas y buganvillas que se enredan en los portones y rejas de los barrocos ventanales, pues hallándonos reposando el cansancio en las gradas de piedra del auditorio de su plaza, junto al ponte romano sobre el río Giläo, más próximo que lejos, llegara  el eco de mi mesma lengua de grupo de diez o doce de lo que parecían ser moteros y moteras, uno de ellos provisto de sombrero de piel curtida de ancha ala, chaleco de cuero negro y botas de cawboy de
Plaza Auditorium de Tavira
 Dallas rematadas en bien cuidada y reluciente punta chapada, entonces pues, acerquéme hasta ellos a quienes conté lo que yo les narrara y sorprendidos como si contemplaran una extraña lamparita mágica con suma atención escucharan, mas después de todo ello y hacernos saber que procedían de la corte del reino, se alejaron unos tras otro por el ponte romano a la otra orilla del río Gilao. Y exhaustos, pues era muy mucho lo caminado y la tarde vencida por momentos, concedímonos el propósito de ser éste el último de los paseos, y descendiendo por la Rúa da Libertade que va a desembocar a la plaza-auditorium, con la mirada perdida en el horizonte y las  actitudes y ademanes desmayados del extenuante cansancio, parecióme, en el trayecto por el que transitaba con paso lento, advertir tres estacionados autos de tipo 4x4 y junto a ellos quienes parecían ser sus pasajeros los cuales con inusitado interés intentaban descifrar algún cifrado y criptado código del parquímetro que junto a la acera enclavado estaba, y como la procedencia de las matrículas de sus autos así les delatara, no obstante, continuamos la mi mujer y yo con nuestro anodino deambular, mas en llegando a la altura de ellos les escuché hablar, y de esta ventura me aseguré de la que era mi lengua sin duda, entonces sin más trance ni detener nuestro lento caminar y con la mirada perdida en el horizonte que no era otro que la plaza auditórium, cayéseme de la lánguida boca con indiferente desdén pero con alcance suficiente para que fuera oído desde Sagres hasta Ayamonte, y que ellos al pronto apreciaron en medio de tanto
Rúa da Libertade en Tavira
silencio entre sus dudas, perplejos y sumidos en sí mismos a causa sin duda del muro que impone vivir la extranjería de idioma y patria: -¡no, los autos españoles tienen prohibido en este país su aparcamiento!- mas como siguiéramos nuestro desfallecido errar como si nada hubiera sucedido, de reojo observo y reparo en sus petrificadas miradas como clavadas en las nuestras espaldas y al pronto advierto que, con impulso eléctrico, uno de ellos con la testa inclinada hacia el suelo y girando sobre sí mismo como pollo sin cabeza, jurar y perjurar en su natal galleugo, y sin dejar de caminar ni volver la mirada atrás, no pude evitar exclamar ¡ondias! ...Nunca sabré lo que perjuró el galego.

Para Lobo Vic Pujadas y el resto de la corte del facebook.
               

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