sábado, 27 de agosto de 2011

LAS TIERRAS Y SUS HOMBRES -Guipúzcoa y San Sebastián I-

San Sebastian atado a la columna

Las tierras y sus hombres –Guipúzcoa y San Sebastián I-


San Sebastian, nacido en la ciudad francesa de Narbona en el año 256, creció y se educó en Milán sirviendo como capitán de la primera corte de la guardia pretoriana del emperador Maximiano en los momentos de máxima persecución del movimiento cristiano. Cuando, por delación, el emperador es advertido de la doble condición del capitán de su élite  –soldado y cristiano-, después de ofrecerle la
posibilidad de elegir por una u otra opción y ante el parecer del santo de abandonar el ejército para de esta manera no traicionar sus creencias más firmes, en despecho, le condena a morir de la forma más dolorosa, designando a tal fin, de entre sus mejores arqueros, quienes lo habían de desnudar, atarlo a un poste en el estadio Palatino y saetearlo
Plaza Gipúzkoa
 sin piedad.  Sin embargo, milagrosamente, no fue así como encontrara la muerte; el cuerpo, exánime, fue recuperado por su seguidora Irene que lo hospedó y cuidó en su propia casa hasta el total restablecimiento. Una vez recuperado de las heridas de muerte y contra los consejos de los más allegados que lo invitaban a abandonar Roma, el

 santo no sólo prosiguió con la labor de evangelización en la capital del Imperio, sino que personalmente fue a suplicar al emperador que abandonase la persecución contra sus correligionarios; y como era de esperar, el mandatario romano que no daba crédito a lo que veían sus ojos, no sólo no le hizo caso, sino que ordenó a
Puente Urgull, Teatro Victoria Eugenia y Hotel Maria Cristin
los soldados azotarlo hasta la agonía, siendo después arrojado el cuerpo a las cloacas, de donde nuevamente Irene lo recupera y lo inhuma en un cementerio subterráneo de la Vía Apia. Posteriormente, la iglesia romana erige en su honor un templo, que aún hoy se conserva en la parte posterior de la catacumba, conocido como la basílica de San Sebastián, y otro más en el Palatino; desde entonces, en su memoria, se han venido erigiendo ermitas, monasterios y templos en toda la faz de la tierra, entre ellos, en nuestra querida ciudad donostierra.

  La ciudad de San Sebastian, por tanto, debe su nombre al monasterio que existiera donde actualmente se emplaza el palacio de Miramar, en las faldas del monte Igueldo, erigido en honor del santo, y que en 1014 fuera cedido por el rey de Navarra, Sancho el Mayor, al Obispo de Pamplona y Abad de Leyre, en las laderas de la Foz de Lumbier, pero

 no es hasta 1.180 cuando la villa fuera fundada por el rey navarro, Sancho el Sabio,mediante otorgamiento  de carta puebla redactada en latín con el nombre de “Sanctus Sebastianus” y con el que pretendía el rey obtener puerto marítimo para su reino, siendo desde entonces conocida con la triple significación de Donostia, San Sebastián y la Bella Easo.

    La primera acepción, Donostia, tiene varias teorías, siendo la más común la que atribuye su etimología a “Domine” (Señor) “Ostium” (Ostia, puerto) – Señor del puerto-, en alusión a San Sebastián mártir. Su segunda acepción, -San Sebastián-, ha sido ya explicitada y se debe al nombre con que en la carta puebla otorgada por el rey Sancho el Sabio fuera designada la Villa en

domingo, 14 de agosto de 2011

De las aventuras y desventuras -El Algarve III-

Vila do Vispo
    
     De cuanto acontece en la segunda salida


    LO del "matremoneo" es entuerto con amplias y certeras consecuencias sobre dónde,   cuánto y cómo has de dormir, porque no durmiendo veámonos en la obligación de acompasar las largas zancadas a pasos más sostenidos y ñoños so pena de vivir uno la primavera y otro recogiendo nueces y castañas allá próximo el invierno y, por este serio motivo, mientras ella durmiera, deambulara muy temprano yendo y viniendo las ajardinadas y largas avenidas de Vilamoura como otro “dorao giri” pensionista más, lo que plantéame dudar que pese a mi edad y aspecto, estaré  entrando en esa frontera donde los ajados ingleses y germanos ejercitan sus cuerpos con ejercicios mañaneros.
Puesta de sol en Sagres
    Fuere como quisiere, cansado de ir de allá para acá sin son ni ton y haciendo como conviniere al necio TOM-TOM,  ida y vuelta, volvíme al apartahotel y después de los aseos, desayunos y arreglos, en el auto y sin necesidad del tonto y necio cacharro, emprendimos ruta hacia la lusitana villa de Sagres que en los tiempos de la colonial  expansión fundara el navegante Infante, don Henrique de Avis y Lancaster, Gran Maestre de la templaria Orden de Cristo. Mas en llegando allí, con los calores de la tarde anterior y vestidos por esta irrefutable necesidad con lo mínimamente ponible en evitación de escándalos y mayores insidentes diplomáticos, y por ser además la propia del tiempo, no obstante los vientos que arreciaran de una  y otra parte del Cabo, vínome a la memoria los trágicos momentos del hundimiento del Titanic donde tripulación y tripulantes naufragaran ateridos, por cuya causa y a fin de evitar desenlace tan extremado, hubimos de buscar tienda en que adquirir prenda con que ahuyentar el inoportuno frío del Atlántico, mas entonces encontrámonos con  ese mágico instante en que por mor del olfato de la lengua descubriera a sendos norbiense y cluniense que, con su auto aparcado  en la portucalesa ciudad de Evora, en bicicleta se propusieran conocer y vivenciar la extensa comarca de El Algarve desde Cabo de San Vicente hasta la bella Tavira, y en concluyendo el café, prestos nos dirigimos después a ver la Ermida de Nossa Senhora de Guadalupe donde orara el Gran Maestre,  en la freguesía da Raposeira.
Ermida de Nossa Senhora de Guadalupe


Seguidamente de ello por la 125 bajamos hasta la otrora capital navieira y principal mercado de esclavos, la bella Lagos, y en ella deambulando por sus calles, de bruces  topáramos nuevamente, con sorpresa y contra las más rigorosas leyes de la naturaleza, con el doncel y las cinco zagalas de la Falésia  que con desbordada alegría nos relataran pues esperaban en  Sagres  contemplar el que dicen ser del mundo su más bello atardecer, mas les conté lo de la mi mujer y su adherido frío y en prueba les mostrara los vestigios  que de ello conservara como la prenda que comprara y que llevara puesta bajo el vestido; por enésima  vez nos despedimos, y siguiendo con nuestros paseos y, lacios ya de tanto hollar, hallamos donde comer al frente de la mar en restaurante de su paseo marítimo, y… ¡será irónico el destino cómo plácele reírse de tan pobres dignatarios! mientras degustaba un impresionante arroz con marisco portucalés: -¡ merveilleux et délicieux !-, nuevamente, mesmamente, la omnipresente estampa de la Falésia –Alfonso y sus cinco mageritenses, que por ser tantas mi TOM-TOM no da a recordar tantos nombres de una sola y primera vez-.
Centro de Lagos
  Tras comer, mercadear y gozarme de la peculiar y bella presencia de tres esbeltas mulatas que, ensortijadas y envueltas en sedas y turbantes, parecían haber sido liberadas de algún harén de Sultán o Visir de renombrada importancia, nos llegamos hasta el pesquero y pintoresco pueblecito de Olhao, donde vagabundeamos,

jueves, 11 de agosto de 2011

SEMBLANZAS - Cordoba III-


El latido del hombre

El día 2 de junio de 1912 nace en Córdoba en el seno de una familia acomodada el que fuera nieto del “mataó” Bocanegra, don Manuel Carreño Fuentes. Se licenció en Químicas en Madrid y por residir en la laureada y bohemia Residencia de Estudiantes trabó amistad, entre otros, con Federico García Lorca al que introdujo posteriormente en los ambientes cordobeses. No obstante, su estrato social y su formación tanto humana como profesional, optó por esculpirse su propia vida, de él decía Diego Rojano en el Diario Córdoba en mayo de 1995  “Carreño con todo el tiempo del mundo disponible para su uso particular, como él acostumbraba con gracejo a decir, para ganarlo y perderlo a su antojo, sólo esclavo de su libertad nos descubrió las famosas tabernas de Córdoba”, malviviendo de lo que le reportaran sus clases particulares, sus memorables “Memorias tabernarias” que publicara el diario Córdoba y, sobre todo y por encima de todo, de los sablazos en cuyo arte ha sido y no creo que en la historia que esté por llegar, halla quien lo destrone de tan elevado  cetro, para cuya ilustración copio algunas anécdotas del cordobés: “Estando  Carreño en una finca en uno de esos peroles que duran varios días, alguien con
espíritu socarrón le dijo: -Te reto en duelo con florete-. Carreño, sin pensarlo, respondió: -Hombre... ¿porqué me provocas?, ¡si soy el Rey de los sablazos!-.”; mientras, en otra ocasión, el propio Carreño le comentaba a un amigo sobre el arte del sablazo: “-Mira, el sablista tiene que tener mucha habilidad. Yo sin más, doy un sablazo y corto los testículos de un mosquito con la Tizona del Cid-.”. Otro día 
Taberna el Gallo
habiendo anunciado el periódico la inauguración de una famosa Venta en Córdoba en la que se invitaba a una copa por cuenta de la casa, nuestro Carreño aprovechando que Guadalquivir y Pisuerga se prestan a pasar por “toas partes”, se presentó para beber cuanto le apeteció, cuando satisfecho, dispuso marcharse, el dueño de la Venta le abordó, diciendo: “-Debe usted cinco consumiciones-. Nuestro amigo le respondió: Hombre, pues yo pensé que era gratis!. De haberlo sabido me hubiera traído la chequera-. Por el incidente, Carreño fue llevado a la comisaría. El comisario que lo conocía le dijo: - Hombre Manolo, por qué te vas tan lejos y con gente que no conoces-,  a lo que Carreño contestó: - De más lejos viene el Mallorca a jugar con el Córdoba y a sus jugadores no los conoce ni la madre que los parió-.”
 Don Manuel Carreño Fuentes

La ciudad de Córdoba es toda ella un museo donde se amalgaman, en la noche de la historia a la sombra de sus más genuinas arquitecturas, sus bohemios rincones, callejas y tabernas en el semblante de sus hombres y mujeres, sin saber muy bien discernir,  si es el hombre quien se debe a su tierra, o es la tierra quien se adapta a la forma de sus hombres, en ninguna otra ciudad se proyecta de forma más clara el ser del otro en su ausencia, esto es, conociendo únicamente la ciudad que no sus gentes, podríamos perfectamente imaginárnosla y, al contrario, conociendo a sus gentes, es fácil representarse su ciudad, y nuestro personaje, Manolo Carreño es, como tantos otros, la parte ostensible y pintoresca del alma de su ciudad:
Hasta no hace mucho,  años sesenta, existían en todas las oficinas unos recipientes en forma de platillos que se llamaban de agua, su nombre era –escupidores-. Pues bien, en una de las oficinas donde trabajó Carreño, había un compañero que escupía desde su mesa al recipiente sin

martes, 9 de agosto de 2011

De las aventuras y desventuras -El Algarve II-

De cuanto acaece en la primera salida

Vista interior del Complejo, a babor terraza de Comedor-Cafeteria

     Pues como iba diciendo una vez que la hospitalaria y “portuguesiña” Vianda nos complaciera con su mejores ademanes concediéndonos jurisdicción y plaza y para ello nos entregara las llaves, pudimos de esta curiosa y feliz manera acceder al  107 apartamento del Complejo Río en su número 2 de la “Rúa França”  con todo presto, al fondo dotado de terraza-balcón “despuesto” con mesa y sillas de jardín donde, siempre que valíame porque estare ocioso, bien porque no llegare el ansiado sueño o porque con ánimo polvorilla hubiérase marchado éste a no se sabe dónde y sin haber, previamente, comentádome a mí por qué ni por cuánto ni de qué manera,  sentábame y fumando, las unas veces leía, otras con la música llenábame de ausencia, en
ocasiones  laboraba, pero las más de las más solamente, miraba y miraba. Al fondo dábame a gozar perdiendo la mi mirada entre las calles arboladas, a la izquierda según miraba el perpendicular brazo del Complejo que en su arquitectura presentare forma de L, mas enfrente al otro lado extendíase el arbolado jardín, y bajo la terraza-balcón del 107 apartamento, las piscinas que, aprovechando los desarrollados conocimientos y teorías del pisano y paradigma hombre del Renacimiento Galileo Galilei, comunicaban sus vasos con agua de la Falésia provista además de "despuesta"  zonas
El pisano hombre del Renacimiento, Galileo Galilei
  de playa y césped con sus hamacas dispersas y acompañados de quitasoles de esos que siempre, siempre, se utilizan y son usados en piscinas y playas "mesmamente", mientras que a su babor accedíase a la cafetería-comedor provisto también de terraza con sus sombrillas anunciando “gelados e bebidas“.
                A eso de las 6 de la española hora, que en esto del tiempo los ellos son más ceremoniosos y dejan caer el minutero con parsimoniosa medida que los nuestros, comido y repuesto de tan luengo cansancio,  en el auto negro nos allegamos a la Falésia mas provisto de poca cosa no más que gafas de sol y toalla, y en su fina y blanca arena hubimos nuestro nómada asiento desde donde explayarse observando arribar las olas con su bullicioso rodar las unas sobre las otras, y en medio de su, para nosotros, extraño “falar”, de tarde en tarde, uno y otro, en las atlánticas aguas, por donde otrora los corsarios navegaran con licencia y protección de la corona inglesa, zambullíamonos más para

domingo, 7 de agosto de 2011

De las aventuras y desventuras -El Algarve I-


El TOM.TOM en plena faena

          
       Los galenos son gentes muy sabias y doctas e inclinadas por una rara naturaleza a auscultar lo humano y lo divino, y entre lo divino,  a “adevinar” en lo futuro lo que ha de acontecer sin riesgo  ni venturas que no fueren las precisas, que por esta razón y siguiendo la doctrina de su facultativo prospecto, un buen día del caluroso mes de julio, no “desponiendo” de más grande destino que nos acogiera en los sanfermines de Pamplona la navarra más conocida entre los suyos como la -Iruña-, fuímonos la mi princesa y yo, y a fé que “er” título de la mi mujer no fuere ni demostrado ni cierto más méritos tuviere yo aunque sólo fuere por linaje paterno a tan alto honor y abolengo, pues como iba diciendo, temprano muy de mañana, al TOM-TOM del auto negro que como su propio nombre expresa no fuere ni inteligente ni listo sino más bien tonto y necio, después de
marcarle como destino la villa de Valverde del Camino famosa por sus  botas de piel camperas, mas al llegar a Santa Olalla en la onubense comarca de Cala, por conocer las costumbres, las prestaciones y hombres por razón y suerte de mis anteriores viajes, allí diéramonos descanso a nosotros y al auto y allí “mesmo” nos comiéramos los ansiados churros que por aquellos lares no se venden por unidad sino al peso y por este motivo con el café desayunero comímonos ella y yo un cuarto de kilo de manjar tan espeso si bien sabrosos, tiernos y buenos. Luego díjonos el churrero con sabio y grande consejo que yendo   
En el camino -Valverde del Camino-
 dirección a Sucre llegaríamos hasta Valverde pero que antes paráramos en las Minas de Río Tinto donde “j`aice de tó” miradores con extenso y extraño mirar que más paréceme estar  contemplando y retozando el paisaje desnudo de la bella y blanca Luna o, incluso, “faciendo una escusión” a pié por el enigmático Marte que yo nunca en el cielo de todas las estrellas muy bien, muy bien, nunca supe “qual d`ellas” es. Allí “acordéme” del singular personaje conocido como “El Penumbra" que sostenía haber sido abducido en aquél encantado lugar por alienígenas impíos por no "desponer" de corazón y sesos como nosotros los hombres, 

viernes, 5 de agosto de 2011

SEMBLANZAS -Cordoba II-




Oh, jardin del Alcázar, maravilla
de paz, por el silencio perfumada

que envidian los jardines de Granada
y los floridos patios de Sevilla.
(Francisco Villaespesa)



                El origen del Alcázar de Córdoba no es claro, lo que sí es cierto es que en su interior se conservan vestigios romanos y que era doblemente conocido, como  Palacio  de Rodrigo –en referencia a Don Rodrigo- que lo utilizaba como residencia antes de su derrota en la batalla de Guadalete y también como residencia de los reyes del Castillo de Almodóvar, existiendo una antigua leyenda que hace referencia a su descubrimiento según la cual yendo de caza el rey almodovense con su halcón favorito se llegó hasta un páramo desértico y soltando al rapaz en pos de una perdiz se adentró en una espesura de impenetrable maleza y fue así como bajo ellas descubrió las asombrosas estructuras de un edificio, en ruinas, construido en bloques de piedra unidos con plomo fundido. Es a partir de este momento cuando se inicia la reconstrucción del Alcázar hasta devolverlo a su estado primitivo y a su alrededor el
pueblamiento de lo que hoy conocemos como  -la ciudad de Córdoba-, habiendo desde entonces, sido morada de califas y reyes, dinastía tras dinastía, y testigo de amoríos y romances a la frescura de los estanques que al pie de las almenas contienen el agua que cantando  en fuentes y surtidores se aleja por las acequias. A su sombra, surge Córdoba como ciudad, con sus rincones y personajes, que a continuación, relato:
            En el año 1935 –no he podido documentar la fecha exacta- en la taberna Casa Pastor situada en la calle Duque de Hornachuelos se funda la “Peña Los 99”, llamada así por ser noventa y nueve los miembros que la componen; también conocida como Amigos del Silencio, por cuyo motivo en romerías y paseíllos, cantaban la sugiente letrilla:
Sólo son, sólo son noventa y nueve,
los que forman esta Peña singular.
Sólo son, sólo son noventa y nueve,
no queremos ni uno menos, ni uno más.


Marqués del Cucharón
            Entre sus miembros contaban con personajes, tales como don Alfonso López Grande – fallecido en Córdoba el 28 de mayo de 1970-, más conocido popularmente de manera más que fundada como el -Marqués del Cucharón- dado –de una parte- su educado y elegante porte y su figura mayestática que lo emparentaba con el abolengo más rancio con raíces en la mismísima  Reconquista mientras que lo segundo hacía honor al cubierto de madera de voluminosas proporciones con que comparecía en cada uno de los peroles en que concurría o era reclamada su presencia –y fueron muchos-, siendo bautizado con este título en la sevillana feria de abril de 1936 con el agua sin bendecir del chorro de la primera fuente a mano.

Era costumbre en la peña hacer “el paseíllo” a lomos de noventa y nueve jumentos,      -uno por cabeza- en cuantas ferias y romerías  concurrían. En la Romería de Linares –se cuenta- iban montados en sus noventa y nueve burros encabezando  la comitiva el rejoneador Cañero,  portaban en un carro una inmensa cuba de vino donada a la peña por el bodeguero Cobos de Montilla con la decoración apropiada para el momento, la velazquiana pintura "Los Borrachos".  Pues bien, habiendo emparentado con la sevillana peña “Er 77”, fueron los cordobeses invitados a la feria de abril y como quiera que entre la estación de ferrocarril de Sevilla hasta el Prado de San Sebastián hay un gran trecho, cuando a los sevillanos les tocó devolver visita a la cordobesa feria  en mayo de ese mismo año y los piques entre sevillanos y cordobeses vienen ya de la época del califato,  Miguelito del Río 

martes, 2 de agosto de 2011

Semblanzas -Córdoba I-

Julio Romero de Torres -La siesta-


              SEMBLANZAS – Córdoba I -

-Hay gente pá tó – esa fue la lacónica respuesta con la que el califa del toreo, Rafael Guerra Bejarano  - El Guerrita – sentenció con la misma altanería,  temple y gravedad con que minutos antes había plantado el capote ante las embestidas fieras del murlaco cuando terminada la gran faena de la tarde le presentaron a don José Ortega y Gasset y le apostillaron de profesión: –filósofo-.

Próxima al río Guadalquivir entre patios de limoneros y geranios alcanza a adivinarse la singular Plaza del Potro, frente a frente, de una parte, la residencia donde le alcanzara la muerte al genial pintor
del costumbrismo y la mujer cordobeses, don Julio Romero de Torres, sumiendo con ello por largo tiempo todos los estratos sociales de la ciudad en duelo, luto y dolor, de otra, la cervantina Posada del Potro dispuesta a modo de corral de vecinos, hoy reconvertida, después de siete siglos como tal, para usos culturales. Al otro lado, se divisa la torre de la catedral –otrora el mirab erigido por Abderrahman I-. Y es que a estas y aquellas alturas, Córdoba entera es el libro gordo de Petete que habla y a la vez recita con retahíla “el libro gordo te enseña, el libro gordo entretiene y por eso te digo contento hasta la semana que viene”, cuando en los más dispersos lugares de la geografía aún hoy se vienen librando pendencieras luchas de banderas, símbolos y  lenguas, once siglos antes, el califa Alhaquem II, implantó y dirigió una política basada en la igualdad de todos los grupos étnicos y religiosos para acceder a los puestos de gobierno, acabando con la nobleza militar árabe, berberisca, eslava o de cualquier otro origen. El respeto a los cristianos, a los judíos y a la inmensa parte de la población, así como la constitución de una burocracia meritocrática y una clase media comercial y administrativa fueron las bases de ese estado de bienestar, instaurando además la educación gratuita y obligatoria entre los pobres, pero si todo ello no fuera suficiente,  legó el califato más poderoso del momento a su heredero de sangre navarra, Hixen II, hijo de la concubina Aurora,  y para muestra una estampa del costumbrismo de Petete cordobés, y copio literalmente:  “La anécdota que se relata es un detalle de cómo los clásicos cordobeses hablaban cuando nada hay que decir. Estaba el "El Guerrita" en el Club que llevaba su nombre con unos cuantos amigos toreros y subalternos, era el mes de julio y hacia un calor sofocante, propio de Córdoba. "Rafael" se quitó el sombrero de ala ancha, se sacó un pañuelo y se secó el sudor de la calva y añadió: -Vaya un "caló" que "jace"; todos callaron, pasado un rato se oyó la voz bronca del "Zurito" que decía, -Sí que "jace" "caló"; se produjo otro silencio prolongado. El piquero "Catalino" cogiendo con gesto ceremonioso y calculado un vaso de agua bebió un trago, se limpió la boca con los dedos de la mano y añadió: - "Po" sí "señó" que "jace" mucho "caló".
No, no es fácil la convivencia cuando la pared que  media no es un nexo de unión sino un muro de contención de individualismos cuando además premian otros intereses más espúreos que los meramente humanos, y fiel reflejo de todo ello lo encontramos en la exuberante y grandielocuente Catedral-Mezquita, otrora Mezquita, otrora Basílica de San Vicente, y de estas contiendas no se sustraen ni califas ni emperadores; ni obispos ni cabildos; y muchos menos, el sufrido pueblo  llano. Y digo esto, porque a ver, mi queridísimo Abderrahmán I, no  podías haber elegido otro emplazamiento con todo lo grande que es el campo para plantar las primeras piedras de lo que posteriormente fuera la envidia de la humanidad entera. – Pues no, va a ser que no-, y hubo que derruirse por decreto militar la visigoda basílica de San Vicente –ahí, con dos cojones-. Pero aquí no acaban los festejos, antes al contrario, lo que ha sonado no es la traca, sino el chupinazo de salida. Y así cuatro siglos después,  don Fernando III alias “El Santo”  inicia las primeras remodelaciones –ante todo el gusto, la impronta y la comodidad del huésped-, hasta que un buen día, allá en el siglo XVI, con los tercios lidiando en mundo y medio contra turcos, bereberes, piratas, herejes y comuneros, el mismísimo Emperador Carlos I, no cree lo que ve y lo que están viendo sus ojos no es otra cosa que su propia sentencia