sábado, 30 de julio de 2011

La virtud del silencio - II bis -






Qué bien sé yo la fonte que mane y corre,
aunque es de noche. (San Juan de la Cruz)

La tradición ortodoxa del silencio es antigua. La raiz griega, mu, de la cual procede "místico", significa silencioso o mudo. Ya en la China antigua, Tao-Sheng había dicho: "Usad las palabras para explicar pensamientos, pero el silencio cuando los pensamientos se hayan absorbido”, y es que en la cultura zen como en cualquier otra cultura de cierto rango, la cristiana también,  –las más trascendentales verdades son la no dichas-, pero esto no es exclusivo de las culturas zen o cristiana, se repite en cualquier movimiento de enpaque sea de tipo religioso o filosófico, de ahí que sea común en todos ellos promover la sustitución del uso de las palabras por el gesto. Copio de Sophia, edición de 1997 -Para preservar los beneficios del silencio, los antiguos Maestros del Zen fomentaban el diálogo por el gesto. El gesto transmite ricos mensajes visuales. Estos permanecen mucho después de que los tediosos mensajes verbalizados hayan sido olvidados.
El aparentemente simple acto de inclinarse es un gesto poderoso. Es un manera excelente de practicar el dominio de la soberbia del yo personal. Una vez un monje le preguntó al Maestro Rinzai "Cuál es la esencia del Budhismo?" La respuesta de Rinzai fue un gran rugido. Ante eso, el monje se inclinó. Rinzai dijo "Ese es un hombre con el que se puede dialogar"-.
                Pero no nos dejemos embaucar, el silencio es un medio, muy poderoso, pero un medio, que ha ido trascendiendo culturas y tiempos y que ha llegado a nosotros con la misma virtualidad y preeminencia que en los tiempos remotos, y cuya experiencia está al alcance de la mano de quienquiera en cualquier parte del mundo y a cualquiera hora del día o de la noche, claro está, para ello es condición sine qua nom emprender los pasos que siguiera Julie Crhistie en la película que protagonizara y que fuera dirigida por John Schlesinger en el año 1967  “Lejos del mundanal ruido”, esto es, retirarse del aluvión de experiencias exógenas que nos invaden permanente y machaconamente para, mínimamente, encontrar los más elementales vestigios de nuestro ser más íntimo, o  lo que es lo mismo, trascender “la noche” de que hablaba nuestro más renombrado

domingo, 24 de julio de 2011

La palabra imprecisa - I bis -


-LA PALABRA(*) ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO- así rezaba uno de los poemas del ya fallecido Gabriel Celaya, muy renombrado en los años postreros de la dictadura franquista y que, yo mismo, he recitado en múltiples ocasiones al amparo de los acordes musicales de Paco Ibañez,  sin embargo,  justo es decirlo, el bosque solamente es apreciable en su integridad visto en perspectiva, una vez adentrado en él cuatro árboles plantados pueden darnos la impresión de internarnos en la Amazonía, y digo esto, porque a la vista del contexto, tal vez tuviera razón el poeta vasco, pero extraídas de su época social y cultural -esto es- pasados los años, la palabra, unas veces suena a rancia, otras a vacuidad, y pocas, muy pocas con sentido y contenido.
     Hay una cita cuyo autor desconozco y que la oí por primera vez  en boca de la entonces primera dama de la política nacional, Carmen Romero  que, en una entrevista, decía  -el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice-, y es que, siempre, siempre, siempre los silencios han  expresado más que las palabras, otra cosa distinta es que, en ciertas coyunturas históricas, el hombre
pierda el norte y comience a merodear sobre sí mismo, sin lugar adonde ir y sin saber de donde procede, son los momentos de contracción en la evolución de la especie, sucedió en la época de la fisolofía griega, sucedió también con la civilización romana y se repite con cada una de las distintas culturas y, lo curioso es que siempre coincide con los momentos de mayor decadencia y degradación social de cada una de ellas, en consecuencia, o uno es fruto del otro o el otro es fruto del uno. Cada cual extraiga sus conclusiones.
Y es que visto así, el bosque, ya cobra su verdadera dimensión y la palabra

sábado, 23 de julio de 2011

Los cipreses también creen en Dios





-Si hablas con el pueblo, y guardas la virtud
si marchas junto a reyes, con tu paso y tu luz-
-todo lo de esta Tierra será de tu dominio,
y mucho más aún …¡ Serás HOMBRE, hijo mío !-
 (fragmentos del poema Si de R. Kipling)

Hay cosas que me ponen, no se qué, pero me ponen, de ellas, entre las que más, la injusticia y la ingratitud. Llegará la fecha, no sé cuando la verdad, en que hablemos y nos ocupemos de los personajes y los hechos -posthistóricos-, pero hoy por hoy, nos toca actualización de contenidos y repasar historia, siglo a siglo. Veamos con qué nos encontramos.  Abro la lección y… ¿a quién veo?  ¡Uhmm, Atli!... Buena piedra de toque, empezemos.
                Por Atli es conocido y venerado en los cantares de gesta escandinavos y nibelungos el que,  en los países pertenecientes al antiguo imperio romano, ha pasado a ser el miedo de los miedos y terror de los terrores de occidente, el
azote de Dios, el bárbaro, el impío, la ferocidad: - Atila- . Sin embargo todos estos y muchos calificativos más distan mucho de la realidad, y si no, atenta lectura y posterior contrastación de datos.
                Cuando los diferentes pueblos procedentes de Oriente comienzan a invadir Europa, empujados por los Hunos, Roma a fin de preservarse la integridad del Imperio –que en eso de la diplomacia fue única-, negoció con Mundzuk –rey y padre de Atila- unos tratados bilaterales de no agresión en virtud de los cuales, entre otras cosas incluía que, herederos de distinguidas familias patricias de Roma se trasladarían a vivir y recibir educación entre los Hunos, mientras que distinguidos descendientes de aquellos se trasladarían a Roma a formarse conforme a los cánones de occidente –entre los primeros, se encontraba el que posteriormente fuera conocido como el último romano, el

viernes, 22 de julio de 2011

El Principio de Peter(*) en el camino a Santiago - I I -


              En los ámbitos peregrinos es máxima que la mochila no lleve siquiera lo necesario, antes “echar en falta” que un “por-si-acaso” y todo ello con el único objetivo de aligerar peso en las eternas y asolanadas caminatas hacia Santiago de Compostela. Esto viene a colación porque si en mi anterior artículo que insertó este medio, la motivación era manifiesta a la vista de su contenido, no sucede igual en esta ocasión, donde hay un contenido y una motivación mediata que lo justifica, pero detrás se oculta una motivación inmediata que pertenece  a mi más íntima manifestación implícita y explícita, y a la vista de estos  prolegómenos, les puedo asegurar, que en ello no va ni el reconocimiento social ni la aprobación o desaprobación de mi buena o mala prosa –sería mucho peso para el camino una mochila con tanto “por-si-acaso”, sencillamente pertenece a mis necesidades de tipo más antropológico.
                Pues bien, siguiendo con toda la argumentación que subyacía en el artículo en memoria de nuestro malogrado Segura (q.e.p.d), hete aquí que la historia no se cansa de recordar tantos y cuantos Principios de Peter y cuantos y tantos don Diego García de Paredes.  Este no deja de ser uno más.
                Todos los pueblos tienen su memoria colectiva y será tanto mayor cuanto más avanzada sea la edad del pueblo, a mi memoria y a la memoria de
tantos otros pertenecen personajes de la escena villanovense de los años 60 ó 70 que han dado vida con su sólo hacer a toda una ciudad, de esos, algunos ya han fallecido con más pena –y absolutamente nada de gloria- cuando la gloria les reclamaba un lugar propio por haber protagonizado un momento de la gloria de la colectividad. Estoy pensando y no es necesario pensar mucho para llegar a esa conclusión, en un lugar concreto, - el viejo campo de fútbol de tierra enclavado en la antigua era de Cagancha- y,  actualmente polígono industrial,  denominado no sé si de manera un tanto petulante  “ Santiago”, que tenía la honrosa virtud de servir para múltiples usos, de suerte que entre semana era doblemente aprovechado: las mañanas - para guarecer cabras y las tarde-noches para entrenos de  las estrellas balonpédicas-, mientras que los domingos… ¡…los domingos ya era otra cosa!, preservado en exclusividad con

JUAN ANTONIO DORADO SEGURA IN MEMORIAM - I -



             Las consecuencias del Principio de Peter (*) tal como fuera formulado por Laurence J. Peter, pueden rastrearse a través de la historia originando sangrientas injusticias que afectan de manera exclusiva a la vida y muerte de hombres llamados a ser ilustres. Veámos.
                En la plaza de Trujillo se erige la estatua ecuestre de Francisco  Pizarro que sirve para, además de honrar su nombre, rememorar generación tras generación, su figura y hazañas. La historia en este caso, es justa; nada que objetar.  Pero sucede que junto a este buen señor, Trujillo fue cuna de otro no tan ilustre y rememorado y cuya vida y hazañas  están muy por encima del anterior, hasta el punto que el mismísimo don Miguel de Cervantes cuando hallándose escribiendo el Quijote, en esa fase de velocidad de crucero en que la obra se escribe a sí misma, hubo de forzar el guión y a través de la figura del cura hacerse eco de la vida de este hombre, cuyo nombre todavía no he citado, y que no es otro que don Diego García de Paredes. No voy a decir aquí nada de él porque no es el  objeto de este artículo, para quienes quieran ilustrarse, y les
aseguro que no se arrepentirán de ello,  en la plaza trujillana, en una de sus esquinas, existe una decimonónica librería donde expenden por poco más de 3 euros un librito casero que recoge toda su vida y hazaña.  Pues bien, como decía, este hombre, que en el siglo XV era conocido en el mundo entero –Europa-América-Africa-, a pesar de que en aquellos tiempos ni existieran  móviles  ni acceso a internet,  es el claro ejemplo de víctima del llamado Principio de Peter, y lo fue, tanto en vida como, y, lo que es peor, después de muerto, a pesar de los esfuerzos de don Miguel de Cervantes.
                Pues todo lo anterior viene a cuento, porque la misma sensación sufrí el pasado domingo con ocasión del fallecimiento de JUAN ANTONIO DORADO SEGURA.  
                En la vida, a veces, te encuentras con personas con empuje producto no tanto de la soberbia sino de la firme convicción en un propósito loable y cierto.

Don Miguel de Cervantes Saavedra - el indignao -. - I I I -


“-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta y pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.” (Lib 1, Capítulo VIII).

El Quijote es, a mi entender, la obra magna de la literatura universal de todos los tiempos, nada hay que se le parezca, pero para ello debieron darse toda una serie de circunstancias sin cuyo concurso de todas y cada una de ellas, no hubiera sido posible que la humanidad gozara de tal   maravilla. Veamos.
En los tiempos que le tocó vivir a nuestro insigne escritor, el reino de España vivía envuelto en reyertas internacionales que iniciara el reinado de Carlos I, ello trajo consigo varias consecuencias decisivas para el presente y el devenir de los siglos futuros, de una parte, la total despreocupación en la administración del propio reino –entendido éste en sentido estricto, es decir,  España- con dejación absoluta de la propia articulación de la sociedad, sus necesidades y medios de producción, etc;  la despoblación de hombres constantemente demandados para la guerra y, lo que es peor, la descapitalización del país ante las ingentes demandas de los gastos militares; por otra parte, y tal vez como causa de lo anterior, el corazón y espíritu
ibéricos eran  víctimas y andaban revueltos entre los platónicos amoríos de las novelas pastoriles y las aventuras de las novelas caballerescas, hasta el extremo que el propio Cervantes fue víctima de una y otra. Se sabe, porque está documentado, que el mismísimo emperador Carlos I era aficionado a la novela caballeresca. Por tanto con toda esta amalgama de circunstancias y ánimos belicosos y encendidos, al nieto de los reyes católicos no le quedara otra opción que multiplicarse, ora sofocando fuegos en Flandes, ora incendiando Nápoles; de la España, de la pobre España, nadie que la vele, nadie que la ocupe, nadie que la gobierne. El ejemplo lo tenemos en el mismo Cervantes, cuando cumplidos poco más de veinte años y sin formación que se sepa, no le queda más remedio que enrolarse en la única ocupación existente al momento –los tercios-, con las desventuras y heroísmos de todos conocido y su maltrecho cautiverio durante largos